Problema expuesto pero nunca resuelto

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Problema expuesto pero nunca resuelto

Apr 20, 2025

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Floating problems. 3D concept art. 16:9
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Opinion

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"No busques fallos o culpables, encuentra el remedio."

— Henry Ford

Esta frase, atribuida a Henry Ford, resuena con fuerza cada vez que presencio una reunión, tengo una conversación o leo un correo en el que alguien expone un inconveniente y… ahí se queda. ¿Por qué la mayoría de las personas se limitan a señalar lo que no funciona, pero rara vez se atreven a sugerir cómo podría arreglarse?

Me pregunto a menudo por qué, frente a un problema o una petición, tantas personas se limitan a exponer el inconveniente, pero rara vez se atreven a sugerir una solución. Es como si el acto de señalar el fallo, la carencia o la dificultad ya fuera suficiente, como si la responsabilidad terminara en la mera denuncia de la situación.

Esta actitud, que podría parecer neutral o incluso prudente, suele esconder, en mi opinión, una falta de implicación o, en ocasiones, de valentía. Hay quienes, por miedo a equivocarse, prefieren no mojarse; otros, simplemente, no quieren asumir el riesgo de proponer algo que pueda ser cuestionado o no aceptado. El resultado es una cultura del "problema expuesto", pero nunca resuelto, donde la queja o la crítica se convierte en un fin en sí mismo y por ende, una evolución tropezada o incluso inexistente.

En el entorno profesional, este fenómeno es especialmente visible y podemos encontrar diferentes tipos de perfiles ante un problema:

  • El "pasota", que nunca aporta soluciones, es síntoma de desinterés o de falta de compromiso.

  • El "inflexible", que solo trae su propia solución y la defiende a ultranza, tampoco ayuda realmente al avance colectivo.

  • El perfil más valioso, sin duda, es el del "solucionador": aquel que plantea varias alternativas y está abierto al diálogo y la mejora continua.

El problema de quedarse solo en la exposición

Quedarse a la mitad, limitándose a describir el problema, puede ser cómodo, pero es poco útil. Sin propuestas, la conversación se estanca y la posibilidad de cambio y mejora se desvanece. Además, cuando no se ofrecen alternativas, se corre el riesgo de perpetuar la sensación de impotencia o de resignación, como si los problemas fueran insalvables por naturaleza.

La falta de soluciones también puede deberse a una percepción limitada de la situación o a la incapacidad de imaginar alternativas. Pero, como señala la Psicología, la ausencia de una solución clara no significa que el problema sea insuperable; muchas veces, lo que falta es la disposición a mirar el reto desde nuevas perspectivas y a tolerar la incertidumbre mientras se buscan caminos alternativos.

Si realmente queremos marcar la diferencia, no basta con señalar lo que no funciona. Es imprescindible dar al menos un paso más y sugerir posibles vías de mejora, aunque sean parciales o provisionales. Proponer soluciones, incluso si no son perfectas, demuestra implicación, valentía y una verdadera voluntad de cambio. Además, abre la puerta al diálogo, al debate constructivo y a la colaboración.

En este sentido, colaborar implica asumir la responsabilidad de ir más allá del diagnóstico y comprometerse con la búsqueda activa de alternativas. No se trata de tener siempre la respuesta definitiva, sino de fomentar una cultura donde la propuesta y la experimentación sean parte del proceso de mejora continua.

Por lo tanto, podemos concluir que, exponer un problema es solo el primer paso. Si queremos transformar la realidad — en la empresa, en la sociedad o en nuestra vida personal — debemos atrevernos a sugerir soluciones, por imperfectas que sean. Solo así podremos pasar de la queja a la acción y, en última instancia, marcar una diferencia real.

© 2025 Carlos López. All Rights reserved.

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