Autonomía pero con propósito

Autonomía pero con propósito

Autonomía pero con propósito

Jul 21, 2025

Share on:

Share on:

3D conceptual render, gradients of green and white, ephemeral space, 3 monkeys, one covering his eyes, another the 2 ears and another the mouth
3D conceptual render, gradients of green and white, ephemeral space, 3 monkeys, one covering his eyes, another the 2 ears and another the mouth
3D conceptual render, gradients of green and white, ephemeral space, 3 monkeys, one covering his eyes, another the 2 ears and another the mouth

Leadership, Productivity

Leadership, Productivity

Leadership, Productivity

En ocasiones, confundimos libertad con ausencia de límites, y autonomía con desarraigo. ¿Qué es, en realidad, actuar por uno mismo? ¿Qué significa ejercer la voluntad propia sin quedar a la deriva? Si la autonomía fuera simplemente hacer lo que queremos, ¿no estaríamos condenados al caos y a la desconexión, como navegantes sin brújula? La vida, tanto personal como profesional, nos invita constantemente a ese delicado equilibrio entre la individualidad y la pertenencia, entre el deseo de crear nuestro propio camino y la necesidad de responder a pautas y horizontes compartidos. Tomar decisiones propias no equivale a vagar sin rumbo; requiere, paradójicamente, de un marco, de un sentido y unas coordenadas. En ese espacio intermedio nace la auténtica autonomía: no como un fin en sí misma, sino como un acto consciente y comprometido dentro de una red de propósitos.

Ser autónomo en tus tareas y objetivos no significa, como muchos creen, actuar de forma completamente independiente y desligada del entorno, de las normas o incluso del propósito común de un equipo. Existe una confusión frecuente entre la autonomía y el individualismo descontrolado, y es importante deshacer esa idea que puede resultar contraproducente tanto en el ámbito laboral como en el desarrollo personal. Ser autosuficiente no implica hacer lo que uno quiere sin rendir cuentas, sino tener la capacidad de tomar decisiones propias dentro de un marco previamente establecido, con claridad de metas y en alineación con un propósito mayor que nos trasciende como individuos.

La autonomía verdadera nace del compromiso, no del desapego. Cuando alguien actúa con autonomía, lo hace desde la comprensión del contexto y de las metas que se desean alcanzar, no desde la negación de todo lo externo. Es más, para ejercer una autonomía efectiva, se vuelve indispensable tener pautas claras, entender el porqué detrás de cada tarea y cómo se conecta con el resto de acciones que se llevan a cabo en un equipo, una organización o incluso un proyecto personal. Es esa estructura la que permite que tus decisiones autónomas tengan sentido, estén bien fundamentadas y contribuyan al propósito común.

Pensar que ser autónomo es lo mismo que "ir por libre" es caer en una visión reduccionista. Ir por libre muchas veces implica actuar sin coordinación, sin comunicación y sin responsabilidad compartida. La autonomía, en cambio, integra libertad con responsabilidad. Se basa en la capacidad de autorregularse sabiendo qué se espera de uno, sabiendo tomar decisiones cuando no hay vigilancia constante, pero también comunicando, adaptándose y colaborando. No se trata de desobedecer reglas, sino de entenderlas tan profundamente que uno puede ejecutar con creatividad y eficacia dentro de sus márgenes.

Por eso, en los equipos de alto rendimiento, se prioriza mucho más la autonomía bien entendida que la vigilancia continua. Se fomenta que las personas piensen por sí mismas, pero no que hagan las cosas a su manera sin coherencia con el resto. Se espera que cada uno sea protagonista de su trabajo, sí, pero dentro de la película compartida. Ser autónomo no es borrar los límites, sino moverse hábilmente dentro de ellos. No es evitar las líneas y los marcos, sino tener la libertad de actuar con criterio entre ellos.

Tips para desarrollar una autonomía responsable

  • Ten siempre presente el propósito común: Antes de actuar, pregúntate cómo tu tarea o decisión contribuye al objetivo global del equipo o proyecto.

  • Busca claridad en las pautas y expectativas: Asegúrate de entender a fondo el marco de referencia y los límites dentro de los cuales tienes libertad de actuación.

  • Comunica y comparte tus avances: La autonomía no está reñida con la comunicación; informar y pedir feedback favorece la alineación y el aprendizaje.

  • Practica la autorregulación consciente: Evalúa tus propias decisiones y corrige el rumbo cuando notes que te desvías de lo acordado o lo compartido.

  • Actúa con responsabilidad y no con aislamiento: Cuando tomes una decisión, piensa en las posibles repercusiones para el resto del equipo, no solo para ti.

  • Sé receptivo a la retroalimentación: La autonomía se fortalece cuando estamos abiertos a escuchar consejos y a mejorar con base en ellos.

  • Cultiva la adaptabilidad: Ajusta tu actuación en función del contexto y de los cambios en metas o prioridades compartidas.

  • Desarrolla la iniciativa, pero consulta cuando sea necesario: No temas tomar la delantera, pero reconoce cuándo una decisión amerita consenso o consulta previa.

¿Qué ocurre si como líderes u owners no correspondemos con estos principios?

Si quienes lideran equipos o proyectos no fomentan ni reflejan estos tips para una autonomía responsable, emergen diversas consecuencias negativas tanto para las personas como para los resultados colectivos:

  • Desconcierto y falta de dirección: Cuando no se comparte ni se refuerza el propósito común, los miembros del equipo actúan sin brújula. Esto provoca desorden, disminución del compromiso y pérdida de sentido en las tareas cotidianas.

  • Exceso de control o total desentendimiento: La falta de claridad en las pautas puede llevar al microcontrol, restando autonomía y desmotivando, o al extremo opuesto, la dejadez, donde cada uno hace lo que quiere sin alineación.

  • Aislamiento y comunicación deficiente: Si los líderes no promueven la comunicación y el feedback, las personas tienden a aislarse en “silos”, se pierden aprendizajes colectivos y se resienten la confianza y la cohesión.

  • Exculpar: Sin cultura de responsabilidad compartida ni espacio para la autorregulación, los fallos se culpan al entorno o a otros. Nadie siente que pertenece ni responde por el bien del grupo.

  • Estancamiento e incapacidad de adaptación: La falta de apertura al feedback y el rechazo a la adaptabilidad hacen que los equipos no crezcan, repitan errores y sean menos resilientes ante los cambios.

  • Iniciativa reprimida: Cuando tomar la iniciativa es sancionado o no valorado, las personas dejan de proponer mejoras y se limita la innovación, convirtiendo la autonomía en simple cumplimiento de órdenes.

En definitiva, la autonomía es una virtud que florece cuando va acompañada de un propósito claro, de pautas compartidas y de un sentido de responsabilidad. No es sinónimo de independencia absoluta, ni mucho menos de descoordinación. Es una forma de libertad madura, una que no necesita vigilancia porque entiende su rol en algo más grande. Ser autónomo no es ir solo, es saber caminar por tu cuenta sin olvidar hacia dónde vamos todos.

© 2025 Carlos López. All Rights reserved.

© 2025 Carlos López. All Rights reserved.

© 2025 Carlos López. All Rights reserved.

Share on: