La farsa de confundir "movimiento" con "resultados"

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Feb 20, 2025

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Wood hamster wheel. Concept art 3D. Image for a blog post
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Opinion

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La palabra productividad se ha convertido en un mantra omnipresente. Lo puedes encontrar en discursos corporativos, en talleres de liderazgo, en cualquier weekly random o email matinal. Sin embargo, la gran mayoría de veces es solo un adorno retórico, un poco de "brilli-brilli": se confunde estar ocupado con ser eficiente.

Por tanto deberíamos de diferenciar la sutil diferencia que existe entre ambos términos. La diferencia principal entre productividad y eficiencia radica en lo que mide cada concepto:

  • Productividad se centra en la cantidad de trabajo o producción que se realiza en un período de tiempo o con una cantidad de recursos determinada. Responde a la pregunta: ¿Cuánto se produce?

  • Eficiencia se centra en la calidad del uso de los recursos para lograr un resultado. Responde a la pregunta: ¿Qué tan bien se produce o se utilizan los recursos? Es hacer las cosas correctamente con el mínimo de recursos o tiempo posible.

Atendiendo a estas premisas, la pregunta es simple: ¿vale más entregar diez tareas rápidas y defectuosas, o un solo trabajo bien hecho que resuelva un problema con calidad? La respuesta parece obvia, pero en demasiadas organizaciones, el mito de la productividad fantasma sigue dominando.

Por desgracia, la cultura corporativa suele premiar la prisa como si fuera sinónimo de compromiso. Reuniones eternas para decidir detalles irrelevantes, correos enviados de madrugada para mostrar “dedicación” o métricas basadas en cantidad en lugar de utilidad son ejemplos frecuentes. El resultado es una carrera sin dirección que no conduce a la meta, sino al desgaste.

La verdadera pregunta debería ser: ¿sirve este esfuerzo acelerado a un propósito real, o solo crea la apariencia de actividad constante? (sombra aquí, sombra allá…)

Mientras las empresas miden "horas trabajadas" o "tareas completadas", el cliente recibe productos con errores, servicios lentos o manuales de usuario escritos por alguien que claramente odia a la humanidad.

La calidad es ese ente abstracto y subjetivo que no siempre se puede medir en gráficos ni dashboards. Un informe impecable, una solución tecnológica estable o una campaña creativa bien pensada tienen un valor incalculable para el usuario final. Pero como no encajan en fórmulas simples de “tareas completadas”, suelen quedar relegadas frente a la obsesión de mostrar resultados inmediatos.

De hecho, organismos como la OCDE subrayan que la calidad del trabajo impacta mucho más en la competitividad que la mera rapidez.

La Ley de Kidlin postula que si puedes escribir un problema con claridad, ya estás a la mitad de su solución, ya que el acto de definirlo te obliga a comprenderlo a fondo y analizar las posibles vías de solución

Productividad real es entregar valor con los recursos óptimos, no acumular méritos ficticios. Hacer más en menos tiempo no siempre significa ser más productivo. Una tarea mal hecha, por muy rápida que se haya entregado, generará recalificaciones, discusiones, deuda técnica y frustración. Mirálo de esta forma: ¿prefieres cocinar deprisa con ingredientes de baja calidad, o dedicar un poco más para preparar un plato memorable?

Te preguntarás entonces ¿cómo identificar si una organización está atrapada en este teatro de eficiencia aparente? Muy fácil:

  • Se aplaude al que responde correos incluso en vacaciones, aunque su labor efectiva sea mediocre.

  • Tu jefe elogia al compañero que "siempre está ocupado" (aunque no logre nada relevante, un fenómeno llamado Productivity Peacocking o presentismo).

  • Las promociones dependen de cuántas horas finges trabajar, no de tus resultados de impacto.

Si esto suena familiar, bienvenido/a al teatro corporativo donde el desgaste personal se enmascara como compromiso.

Pero al final, es cierto que los clientes esperan resultados y los proyectos tienen fechas límite. Lo que ocurre es que, si cada entrega implica correr contra el tiempo y apagar incendios, no se trata de triaje, sino de falta de planificación. Equipos que invierten tiempo en diseñar procesos claros terminan alcanzando objetivos sin sacrificar la salud de sus empleados, mientras que aquellos que improvisan viven atrapados en un ciclo de crisis.

Pero tranquil@, existe algunas estrategias para salir del bucle, solo hay que aplicar un poco de consciencia y sentido común. No es fácil y tampoco se promete nada, pero al menos puede que haga pensar un poco más la próxima vez que escojan la carta Productividad:

  • Preguntar en cada tarea cuál es su impacto en los objetivos globales, y si realmente justifica el esfuerzo.

  • Aplicar un “no” estratégico: escoger prioridades en lugar de acumular compromisos imposibles.

  • Medir el retorno del trabajo en términos de impacto y no de horas invertidas.

Son prácticas sencillas que, aunque requieren un cambio cultural profundo, hacen pasar de medir esfuerzo a medir valor.

En términos generales…

. La verdadera productividad no consiste en correr sin mirar atrás, sino de decidir qué merece tu esfuerzo y qué es solo ruido. La próxima vez que alguien te diga "hay que hacer más con menos", recuérdale que hasta las tortugas ganan la carrera por constancia, no por velocidad

Y tú, ¿eres Team Calidad o Team Cantidad?

© 2025 Carlos López. All Rights reserved.

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